Narciso Benbenaste
La sexualidad propia del ser humano es tan variada como diferentes vicisitudes en la matriz intersubjetiva básica haya tenido cada uno. Cualquier normatividad que regule la forma de experimentar la sexualidad atenta contra las formas de lo singular, es decir, contra el enriquecimiento de la vida simbólica.
El moralismo estriba en que las pautas de un grupo o colectividad quieren imponerse como las generales para todo ser humano. Ello no quita que el moralismo se apoye en la evidencia que el Mercado exacerba las conductas eróticas. De hecho esa modelación del Mercado supera los intentos normativos moralistas.
Consecuentemente en esas situaciones se asiste a una vida social disociada; desde algunos discursos se enuncian normas que no se cumplen de hecho en la vida del Mercado. Esas normas o discursos, suelen usarse como pretextos para satisfacción de quienes las enuncian, cuyo goce es controlar la psicosexualidad de otros, o bien dar curso a alguna representación oscurantista (pre-mercantil) que no obstante coexiste con el capitalismo porque posee o avala a la propiedad privada. La normatividad que busca decidir qué no es aceptable, cree que la sexualidad humana es instintiva o actúa como si lo fuera. La cuestión del erotismo exacerbado por el Mercado es relativizable, justamente enriqueciendo las mediaciones entre la gente por simbolización -no represión- de las singularidades posibles. Otra cuestión constatable es que el Mercado, si bien no avala esa clase de prejuicios, no garantiza que lo diferente ingrese como enriquecimiento de las mediaciones, esto es, para un mejor trato entre la gente.
El Mercado acepta lo diferente, pero no como posibilidad para un enriquecimiento de las mediaciones simbólicas, sino para intensificar las mediaciones del Dinero. Esto es, las diferencias son funcionales para intensificar mayor variedad de lo vendible y por ende alimentando una dinámica donde cada uno sigue siendo ’medio de’, aunque ya no importando condición de religión, color de la piel o sus formas eróticas.
En ambas situaciones propuestas, se trata de apreciar si la representación de una sexualidad diferente, perturba el juicio en vínculos formalmente racionales pero a la vez muy significativos como lo son el de: docente-alumno y terapeuta-paciente.